"No obstante, lloras funestamente y evocas tu locura y hasta quisieras extraerla de ti como si fuese una piedra, a ella, tu solo privilegio" (A. Pizarnik)
[hacia 1490]
El Bosco
Óleo sobre tabla • Gótico
Extracción de la piedra de la locura (Alejandra Pizarnik)
Elles, les âmes (...), sont
malades et elles souffrent et nul ne leur porte remède; elles sont blessées et
brisés et nul ne les panse.
Ruysbroeck
La luz mala se ha avecinado y nada es
cierto. Y si pienso en todo lo que leí acerca del espíritu... Cerré los ojos,
vi cuerpos luminosos que giraban en la niebla, en el lugar de las ambiguas
vecindades. No temas, nada te sobrevendrá, ya no hay violadores de tumbas. El
silencio, el silencio siempre, las monedas de oro del sueño.
Hablo como en mí se habla. No mi voz
obstinada en parecer una voz humana sino la otra que atestigua que no he
cesado de morar en el bosque.
Si vieras a la que sin ti duerme en un
jardín en ruinas en la memoria. Allí yo, ebria de mil muertes, hablo de mí
conmigo sólo por saber si es verdad que estoy debajo de la hierba. No sé los
nombres. ¿A quién le dirás que no sabes? Te deseas otra. La otra que eres se
desea otra. ¿Qué pasa en la verde alameda? Pasa que no es verde y ni siquiera
hay una alameda. Y ahora juegas a ser esclava para ocultar tu corona ¿otorgada
por quién?, ¿quién te a ungido?, ¿quién te ha consagrado? El invisible pueblo
de la memoria más vieja. Perdida por propio designio, has renunciado a tu
reino por las cenizas. Quien te hace doler te recuerda antiguos homenajes. No
obstante, lloras funestamente y evocas tu locura y hasta quisieras extraerla
de ti como si fuese una piedra, a ella, tu solo privilegio. En un muro blanco
dibujas las alegorías del reposo, y es siempre una reina loca que yace bajo la
luna sobre la triste hierba del viejo jardín. Pero no hables de los jardines,
no hables de la luna, no hables de la rosa, no hables del mar. Habla de lo que
sabes. Habla de lo que vibra en tu médula y hace luces y sombras en tu mirada,
habla del dolor incesante de tus huesos, habla del vértigo, habla de tu
respiración, de tu desolación, de tu traición. Es tan oscuro, tan en silencio
el proceso a que me obligo. Oh habla del silencio.
De repente poseída por un funesto
presentimiento de un viento negro que impide respirar, busqué el recuerdo de
alguna alegría que me sirviera de escudo, o de arma de defensa, o aun de
ataque. Parecía el Eclesiastés: busqué en todas mis memorias y nada, nada
debajo de la aurora de dedos negros. Mi oficio (también en el sueño lo ejerzo)
es conjurar y exorcizar. ¿A qué hora empezó la desgracia? No quiero saber. No
quiero más que un silencio para mí y las que fui, un silencio como la pequeña
choza que encuentran en el bosque los niños perdidos. Y qué sé yo qué ha de
ser mí si nada rima con nada.
Te despeñas. Es el sinfín desesperante,
igual y no obstante contrario a la noche de los cuerpos donde apenas un
manantial cesa aparece otro que reanuda el fin de las aguas.
Sin el perdón de las aguas no puedo vivir.
Sin el mármol final del cielo no puedo morir.
En ti es de noche. Pronto asistirás al
animoso encabritarse del animal que eres. Corazón de la noche, habla.
Haberse muerto en quien se era y en quien
se amaba, haberse y no haberse dado vuelta como un cielo tormentoso y celeste
al mismo tiempo.
Hubiese querido más que esto y a la vez
nada.
Va y viene diciéndose solo en solitario
vaivén. Un
perderse gota a gota el sentido de los días. Señuelos de conceptos. Trampas de
vocales. La razón me muestra la salida del escenario donde levantaron una
iglesia bajo la lluvia: la mujer-loba deposita a su vástago en el umbral y
huye. Hay una luz tristísima de cirios acechados por un soplo maligno. Llora
la niña loba. Ningún dormido la oye. Todas las pestes y las plagas para los
que duermen en paz.
Esta voz ávida venida de antiguos
plañidos. Ingenuamente existes, te disfrazas de pequeña asesina, te das miedo
frente al espejo. Hundirme en la tierra y que la tierra se cierre sobre mí.
Éxtasis innoble. Tú sabes que te han humillado hasta cuando te mostraban el
sol. Tú sabes que nunca sabrás defenderte, que sólo deseas presentarles el
trofeo, quiero decir tu cadáver, y que se lo coman y se lo beban.
Las moradas del consuelo, la consagración
de la inocencia, la alegría inadjetivable del cuerpo.
Si de pronto una pintura se anima y el
niño florentino que miras ardientemente extiende una mano y te invita a
permanecer a su lado en la terrible dicha de ser un objeto a mirar y admirar.
No (dije), para ser dos hay que ser distintos. Yo estoy fuera del marco pero
el modo de ofenderse es el mismo.
Briznas, muñecos sin cabeza, yo me llamo,
yo me llamo toda la noche. Y en mi sueño un carromato de circo lleno de
corsarios muertos en sus ataúdes. Un momento antes, con bellísimos atavíos y
parches negros en el ojo, los capitanes saltaban de un bergantín a otro como
olas, hermosos como soles.
De manera que soñé capitanes y ataúdes de
colores deliciosos y ahora que tengo miedo a causa de todas las cosas que
guardo, no un cofre de piratas, no un tesoro bien enterrado, sino cuantas
cosas en movimiento, cuantas pequeñas figuras azules y doradas gesticulan y
danzan (pero decir no dicen), y luego está el espacio negro -déjate caer,
déjate caer-, umbral de la más alta inocencia o tal vez tan sólo de la locura.
Comprendo mi miedo a una rebelión de las pequeñas figuras azules y doradas.
Alma partida, alma compartida, he vagado y errado tanto para fundar uniones
con el niño pintado en tanto que objeto a contemplar, y no obstante, luego de
analizar los colores y las formas, me encontré haciendo el amor con un
muchacho viviente en el mismo momento que el del cuadro se desnudaba y me
poseía detrás de mis párpados cerrados.
Sonríe y yo soy una minúscula marioneta
rosa con un paraguas celeste yo entro por su sonrisa yo hago mi casita en su
lengua yo habito en la palma de su mano cierra sus dedos un polvo dorado un
poco de sangre adiós oh adiós.
Como una voz no lejos de la noche arde el
fuego más exacto. Sin piel ni huesos andan los animales por el bosque hecho
cenizas. Una vez el canto de un solo pájaro te había aproximado al calor más
agudo. Mares y diademas, mares y serpientes. Por favor, mira cómo la pequeña
calavera de perro suspendida del cielo raso pintado de azul se balancea con
hojas secas que tiemblan en torno a ella. Grietas y agujeros en mi persona
escapada de un incendio. Escribir es buscar en el tumulto de los quemados el
hueso del brazo que corresponda al hueso de la pierna. Miserable mixtura. Yo
restauro, yo reconstruyo, yo ando así de rodeada de muerte. Y es sin gracia,
sin aureola, sin tregua. Y esa voz, esa elegía a una causa primera: un grito,
un soplo, un respirar entre dioses. Yo relato mi víspera. ¿Y qué puedes tú?
sales de tu guarida y no entiendes. Vuelves a ella y ya no importa entender o
no. Vuelves a salir y no entiendes. No hay por donde respirar y tú hablas del
soplo de los dioses.
No me hables del sol porque me moriría.
Llévame como a una princesita ciega, como cuando lenta y cuidadosamente se
hace el otoño en un jardín.
Vendrás a mí con tu voz apenas coloreada
por un acento que me hará evocar una puerta abierta, con la sombra de un
pájaro de bello nombre, con lo que esa sombra deja en la memoria, con lo que
permanece cuando avientan las cenizas de una joven muerta, con los trazos que
duran en la hoja después de haber borrado un dibujo que representaba una casa,
un árbol, el sol y un animal.
Si no vino es porque no vino. Es como
hacer el otoño. Nada esperabas de su venida. Todo lo esperabas. Vida de tu
sombra ¿qué quieres? Un transcurrir de fiesta delirante, un lenguaje sin
límites, un naufragio en tus propias aguas, oh avara.
Cada hora, cada día, yo quisiera no tener
que hablar. Figuras de cera los otros y sobre todo yo, que soy más otra que
ellos. Nada pretendo en este poema si no es desanudar mi garganta.
Rápido, tu voz más oculta. Se transmuta,
te transmite. Tanto que hacer y yo me deshago. Te excomulgan de ti. Sufro,
luego no sé. En el sueño el rey moría de amor por mí. Aquí, pequeña mendiga,
te inmunizan. ( Y aún tienes cara de niña; varios años más y no le caerás en
gracia ni a los perros.)
mi cuerpo se abría al conocimiento
de mi estar
y de mi ser confusos y difusos
mi cuerpo vibraba y respiraba
según un canto ahora olvidado
yo no era aún la fugitiva de la música
yo no sabía el lugar del tiempo
y el tiempo del lugar
en el amor yo me abría
y ritmaba los viejos gestos de la amante
heredera de la visión
de un jardín prohibido
y de mi ser confusos y difusos
mi cuerpo vibraba y respiraba
según un canto ahora olvidado
yo no era aún la fugitiva de la música
yo no sabía el lugar del tiempo
y el tiempo del lugar
en el amor yo me abría
y ritmaba los viejos gestos de la amante
heredera de la visión
de un jardín prohibido
La que soñó, la que fue soñada. Paisajes
prodigiosos para la infancia más fiel. A falta de eso -que no es mucho-, la
voz que injuria tiene razón.
La tenebrosa luminosidad de los sueños
ahogados. Agua dolorosa.
El sueño demasiado tarde, los caballos
blancos demasiado tarde, el haberme ido con una melodía demasiado tarde. La
melodía pulsaba mi corazón y yo lloré la pérdida de mi único bien, alguien
me vio llorando en el sueño y yo expliqué (dentro de lo posible), palabras
buenas y seguras (dentro de lo posible). Me adueñé de mi persona, la
arranqué del hermoso delirio, la anonadé a fin de serenar el terror que
alguien tenía a que me muriera en su casa.
¿Y yo? ¿A cuántos he salvado yo?
El haberme prosternado ante el
sufrimiento de los demás, el haberme acallado en honor de los demás.
Retrocedía mi roja violencia elemental.
El sexo a flor de corazón, la vía del éxtasis entre las piernas. Mi
violencia de vientos rojos y de vientos negros. Las verdaderas fiestas
tienen lugar en el cuerpo y en los sueños.
Puertas del corazón, pero apaleado, veo
un templo, tiemblo, ¿que pasa? No pasa. Yo presentía una escritura total. El
animal palpitaba en mis brazos con rumores de órganos vivos, calor, corazón,
respiración, todo musical y silencioso al mismo tiempo. ¿Qué significa
traducirse en palabras? Y los proyectos de perfección a largo plazo; medir
cada día la probable elevación de mi espíritu, la desaparición de mis faltas
gramaticales. Mi sueño es un sueño sin alternativas y quiero morir al pie de
la letra del lugar común que asegura que morir es soñar. La luz, el vino
prohibido, los vértigos, ¿para quién escribes? Ruinas de un templo olvidado.
Si celebrar fuera posible.
Visión enlutada, desgarrada, de un
jardín con estatuas rotas. Al filo de la madrugada los huesos te dolían. Tú
te desgarras. Te los prevengo y te lo previne. Tú te desarmas. Te lo digo,
te lo dije. Tú te desnudas. Te desposees. Te desunes. Te lo predije. De
pronto se deshizo: ningún nacimiento. Te llevas, te sobrellevas. Solamente
tú sabes de este ritmo quebrantado. Ahora tus despojos, recogerlos uno a
uno, gran hastío, en dónde dejarlos. De haberla tenido cerca, hubiese
vendido mi alma a cambio de invisibilizarme. Ebria de mí, de la música, de
los poemas, por qué no dije del agujero de ausencia. En un himno harapiento
rodaba el llanto por mi cara. ¿Y por qué no dicen algo? ¿Y para qué este
gran silencio?
2 comentarios:
sin respiracion.
pero es de pizarnik este fragmento?has llegit "Erzebet Bathory" d'ALejandra Pizarnik
Julito
sí, es de pizarnik.
PORSUPUESTO QUE LO HE LEÍDO :)
es geniaal, m'encanta Pizarnik...
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