viernes, 11 de marzo de 2011

redefiniendo trazos

Me muevo en constante transito de un lugar a otro, no en lugares necesariamente físicos. Espacios en los que me sitúo sin promesa a permanecer y siendo consciente que los retrocesos no se dan ya que es imposible e inconcebible para mí poder volver a un mismo sitio con la misma postura. Todo se desplaza, todo está en un tránsito que avanza hacia adelante en forma de espiral. Es un camino que se abre y se cierra, que se acelera o se ralentiza según los factores que a una le traviesen: lo personal, lo social o tal vez la unión de ambos factores ya que quizá siempre fueron la misma cosa.

Hay circunstancias que, en un principio, parecen detenerme durante un rato en un mismo punto; pero que, en realidad, esa sensación de pausa se traduce a un estar andando de espaldas, con los ojos bien abiertos, analizando cada una de las huellas que mis pasos han marcado. Es por ello que la percepción de lentitud no es más que una buena forma de asegurarse una ligereza en el camino que queda por trazar. Por el contrario, hay otras circunstancias que me aceleran y me impulsan a dar pasos gigantes sin apenas mirar. A veces, sin darme cuenta, los pasos son tan grandes que me ha faltado bastante camino por definir, al abrir los ojos me encuentro desubicada y debo detenerme para ir reconstruyendo lo difuso.

Ante esta dual trayectoria que podría definirse como mi concepción de avanzar con consciencia o sin ella, pienso que en ocasiones es un enigma identificarse, que resulta difícil ver como una misma está actuando y que no es hasta un momento concreto que se enciende una luz en la cabeza y ponemos forma y color a las propias sombras.

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