Se introducen tus palabras en el interior de mi cuerpo y resuenan por mis tripas como el eco que se repite en una habitación vacía. Y ese resonar, ese golpearse de un lado a otro por las paredes de mis adentros no me sienta muy bien. Me confunden las sensaciones y automáticamente, en señal de alarma, se activa este potente mecanismo mío de ponerme dura y hermética para construir un escudo, una defensa.
En un principio, emerge de algún rincón de mis recuerdos el victimismo lésbico de no sentirme parte de lo que me rodea; de no haberme sentido identificada con los grupos en los que he estado; de decirme a mí misma: “esas son sus historias, las mías son otras”. Me invade esa asquerosa sensación de sentir que me paso el día rodeada de gente con la que no me siento para nada identificada porqué están profundamente sumergidos en todos los mandatos y normas que rige la heterosexualidad obligatoria; pienso que tan sólo viviendo el mundo desde una piel que no se identifica con la heterosexualidad podemos percatarnos de lo que esto implica. No es fácil, no es nada fácil. Por eso, no me sienta bien que alguien, alguien, me diga que se ha sentido excluida de un grupo por ser la única hetero, por ser la única hetero aún y siendo feminista. Pienso: algo así he sentido yo durante toda mi vida en todos los espacios a los que he ido, pero con la diferencia que por lo menos aquí le hemos dado la vuelta y darle la vuelta ya es pasar por dos lugares cuestionados. Me sienta muy mal.
Luego, cuando consigo apartarme de este victimismo mío que llevo muy muy adentro y que me hace reaccionar de formas bastante brutas a veces, puedo ver a quien tengo delante y mirar que quien me está contando esto me lo cuenta desde su malestar profundo, desde sus ganas y sus repetidos intentos para sentirse bien en ciertos espacios. Te miro a los ojos llorosos y me entra la culpa, la culpa esa que siento cuando veo que no estás a gusto, la culpa porqué no sé si podría haber hecho de mas para que te sintieras cómoda, la culpa porqué sé que tengo cierto rechazo a todo lo heterosexual y quizá eso ha condicionado a que el hecho que te definas como tal o que te acuestes con hombres me cree un desinterés hacia tus gustos, tus deseos y ponga una barrera que impide que puedas sentirte a gusto conmigo/nosotras. Pienso que a veces me muestro fría, dura y seria, como si en cada debate, en cada discusión estuviera enfrentándome a la sociedad sin darme cuenta que en ocasiones con quien estoy debatiendo, con quien discuto y quien me está planteando cosas profundas de sus adentros es una amiga, es casi una hermana, es mi familia elegida. Quizá por eso me frustro mas, quizá por eso me enfada más.
Debo apartarme del victimismo, del enfado y de la culpa porqué lo que está sintiendo la otra es real y esta posición mía no le hará desaparecer esa sensación que ahora le preocupa. Y a mí me preocupa que ella esté preocupada. Y sigo pensado sí es una cuestión que ella debe trabajarse o sí realmente tengo una barrera fuerte ante todo aquello que me suene a heterosexualidad.
Cuento esto, desde mi máxima ignorancia, porqué no sé cómo abordar este tema y porqué me ha descolocado bastante… ¿Qué hay que hacer? :S
En un principio, emerge de algún rincón de mis recuerdos el victimismo lésbico de no sentirme parte de lo que me rodea; de no haberme sentido identificada con los grupos en los que he estado; de decirme a mí misma: “esas son sus historias, las mías son otras”. Me invade esa asquerosa sensación de sentir que me paso el día rodeada de gente con la que no me siento para nada identificada porqué están profundamente sumergidos en todos los mandatos y normas que rige la heterosexualidad obligatoria; pienso que tan sólo viviendo el mundo desde una piel que no se identifica con la heterosexualidad podemos percatarnos de lo que esto implica. No es fácil, no es nada fácil. Por eso, no me sienta bien que alguien, alguien, me diga que se ha sentido excluida de un grupo por ser la única hetero, por ser la única hetero aún y siendo feminista. Pienso: algo así he sentido yo durante toda mi vida en todos los espacios a los que he ido, pero con la diferencia que por lo menos aquí le hemos dado la vuelta y darle la vuelta ya es pasar por dos lugares cuestionados. Me sienta muy mal.
Luego, cuando consigo apartarme de este victimismo mío que llevo muy muy adentro y que me hace reaccionar de formas bastante brutas a veces, puedo ver a quien tengo delante y mirar que quien me está contando esto me lo cuenta desde su malestar profundo, desde sus ganas y sus repetidos intentos para sentirse bien en ciertos espacios. Te miro a los ojos llorosos y me entra la culpa, la culpa esa que siento cuando veo que no estás a gusto, la culpa porqué no sé si podría haber hecho de mas para que te sintieras cómoda, la culpa porqué sé que tengo cierto rechazo a todo lo heterosexual y quizá eso ha condicionado a que el hecho que te definas como tal o que te acuestes con hombres me cree un desinterés hacia tus gustos, tus deseos y ponga una barrera que impide que puedas sentirte a gusto conmigo/nosotras. Pienso que a veces me muestro fría, dura y seria, como si en cada debate, en cada discusión estuviera enfrentándome a la sociedad sin darme cuenta que en ocasiones con quien estoy debatiendo, con quien discuto y quien me está planteando cosas profundas de sus adentros es una amiga, es casi una hermana, es mi familia elegida. Quizá por eso me frustro mas, quizá por eso me enfada más.
Debo apartarme del victimismo, del enfado y de la culpa porqué lo que está sintiendo la otra es real y esta posición mía no le hará desaparecer esa sensación que ahora le preocupa. Y a mí me preocupa que ella esté preocupada. Y sigo pensado sí es una cuestión que ella debe trabajarse o sí realmente tengo una barrera fuerte ante todo aquello que me suene a heterosexualidad.
Cuento esto, desde mi máxima ignorancia, porqué no sé cómo abordar este tema y porqué me ha descolocado bastante… ¿Qué hay que hacer? :S